Las marcas, en busca de tu felicidad

Al margen de conquistarnos con sus productos, las empresas deben lograr algol más difícil todavía: contribuir a nuestra felicidad, la de los consumidores, pues es garantía de éxito para que mantengamos la confianza en una determinada firma a largo plazo.

La alegría que sentimos se compone de momentos, se trata de que diferentes artículos y servicios sean parte de esas vivencias. ¿Cómo? A partir de experiencias que nos reconforten y que nos hagan sentir mejor, pero sin caer en ñoñerías virales. Como señalan desde Campaign Live (http://www.campaignlive.co.uk/article/1311934), cualquier “momentazo” de felicidad máxima se produce cuando una situación - independientemente de su naturaleza -, supera las expectativas.

Asimismo, también se ha de considerar el carácter atemporal de nuestro bienestar. Es decir, podemos estar contentos por algo que estamos viviendo (presente), algo que vivimos (pasado) y algo que viviremos (futuro). Por ello, las compañías tienen que marcarse el objetivo de permanecer en el imaginario colectivo de su público objetivo en alguno de estos tres tiempos, como mínimo.

La teoría suena bien, aunque parece difícil trasladarla al plano práctico. Fast Company (http://www.fastcodesign.com), considera que la felicidad de los clientes se puede obtener en seis pasos:

1) Crear expectativas. Es lo que en comunicación se conoce como “cebar” a la audiencia e ir aumentando su curiosidad. Captar su atención a través de campañas enigmáticas, misteriosas para acabar anunciando a bombo y platillo un lanzamiento. Apple y Google son auténticos maestros en esta faceta.

2) El poder de la tentación. Cuando estamos hambrientos y nos ponen delante nuestro plato favorito, empezamos a salivar y a relamernos como si no hubiera mañana. En el mundo del marketing ocurre lo mismo. Hay que vender experiencias atractivas, tanto que para los consumidores nos resulte imposible imaginarnos la vida sin ese producto o servicio.

3) Valor añadido/especial. Cada marca puede ir ajustando este punto como prefiera, pero lo que es fundamental es que su producto sea diferente, innovador y rompa con lo establecido. Dicho de otra manera, que sea un artículo o un servicio tan bueno que la espera valga la pena, y no necesariamente tiene por qué ser más caro.

4) Capacidad de sorpresa. En la línea del apartado anterior, aquello que compramos no debe dejarnos indiferentes. Al contrario, mejor si nos deja boquiabiertos. Elementos como el diseño o la funcionalidad juegan un papel importante a la hora de provocar asombro.

5) Planificación. El timing es esencial. En cierta medida, según la publicación, nuestra experiencia con un producto o servicio, para ser satisfactoria, tiene que ser contada como una historia literaria: introducción, nudo y desenlace. El final es crucial, ya que es lo que más tendemos a recordar, así que conviene que colme las expectativas iniciales.

6) Impactar. Sinónimo del cuarto punto. El artículo en cuestión o su campaña deben suscitarnos emociones nuevas, desconocidas. Si lo que nos quieren vender nos saca de la monotonía y supone una ruptura con los estándares de un determinado ámbito, nuestra felicidad está más cerca.

Las marcas han comprendido que nuestra parte emocional es igual o más importante que la vertiente comercial para satisfacernos, lo que sitúa a las firmas en un nuevo escenario: la felicidad no es un estado de ánimo, sino un requisito a la hora de afrontar las ventas y las relaciones con los clientes.

Laura Darder, Marketing Director en Innwise, formación y

consultoría del departamento comercial hotelero.